The Hum
Las noches en el campo
tienen fama de plácidas. Sin embargo, en Woodland, una localidad británica
perteneciente al condado de Durham, en el norte de Inglaterra, los vecinos
llevan varios meses sin escuchar el silencio. Desde aproximadamente la
medianoche hasta las cuatro de la madrugada, oyen sin interrupción lo que
describen como el rumor lejano de alguna clase de potente motor.
El entorno de Woodland es completamente rural y carece de
industrias o cualquier tipo de instalación que explique el origen del extraño
sonido. Un rumor que, a veces, se hace tan intenso que impide conciliar el
sueño. A pesar de los esfuerzos por localizar su procedencia, mediante grupos
organizados de vecinos que han recorrido los alrededores del pueblo, todo ha
sido inútil. A pesar del modo en que los vecinos definen el sonido, este no se
asemeja demasiado al de un motor convencional de combustión interna; suena más
bien como una gran turbina girando a bajas revoluciones. Resulta similar a que
puede escucharse a cierta distancia de un puerto durante la noche, libre de
otros sonidos que lo tapen o atenúen.
No es la primera vez que esta clase de fenómeno se produce en
ubicaciones totalmente dispares del planeta. Sucesos similares han sido
reportados con anterioridad en localidades de Estados Unidos, Oceanía, Europa,
etc., sin que hayan recibido una explicación satisfactoria. Lo que sí existe es
una palabra anglosajona para definir esta clase de ruido de baja frecuencia: hum, “zumbido” en español.
Los casos más famosos son:
1977. Bristol (Inglaterra). El ruido era igual de constante
que el de Woodland, llenaba el ambiente, provocaba dolores de cabeza a los
ciudadanos e incluso llegó a asociarse con repentinas hemorragias nasales.
1993. Taos (EEUU). Quizá el más conocido de estos hums. Llegó
a elevarse una petición al Congreso para que fuera investigado, y se hizo,
aunque nunca se obtuvo una conclusión definitiva, Algunos estudios afirman que
se trataba de las pruebas de un sistema experimental de comunicación entre
submarinos.
1997. Costas de Perú (Oceano Pacífico). Un hum fue captado
durante unos pocos minutos por la Administración Nacional Oceánica y
Atmosférica de Estados Unidos.
2006. Auckland (Nueva Zelanda). Un científico, Tom Moir, de
la universidad local, consiguió registrar el sonido, aunque no pudo darle
explicación ni determinar su origen. Aquí está el sonido grabado.
2011. Beaufort (Irlanda). El hum persistía todos los días,
las 24 horas al día desde 11 de Abril del 2011 hasta el año 2012. Notícia en inglés aquí.
El Hedor
El hedor me despertó en plena noche. Invadió mis narices como un aliento tibio, me provocó una pesadilla de vegetaciones muertas, de pútridos animales.
Me levanté y abrí las ventanas. La noche era fresca. La luna estaba posada en un nido de nubes púrpuras. La aldea dormía en paz bajo sus tejados de plata. Un perro aullaba en la distancia. Respiré durante un minuto apoyado en la barandilla de forja, después regresé adentro. El tufo me esperaba como una bruma suspendida en el aire de la habitación.
¿De dónde venía?
Abrí los ojos asqueado y observé el dosel de mi cama, reconocí el baldaquino de seda con motivos dorados, los tentáculos de madera carmesí. Respiré aliviado. Di gracias de haber escapado de aquel mundo de pesadilla y estar de vuelta en mi habitación. Pero el tufo, omnipresente en mi sueño, seguía allí. Lo tenía pegado al paladar como si hubiese comido un fruto rancio. ¿Qué era? ¿De dónde venía?
Tanteé con mi mano en la mesilla de noche hasta dar con un vaso de agua. Bebí, aclaré mi garganta y me incorporé. Miré la rosa en mi florero de cristal; había muerto durante la noche y sus pétalos se esparcían lánguidamente sobre la madera oscura del mueble. El resto de la habitación era toda penumbra.
Me recosté sobre los almohadones de plumas y esperé a que la pestilencia se desvaneciera. ¿De qué podría tratarse? Era otoño. En verano solía tener algún que otro problema con las tuberías de la casa. Se elevaban pestilencias por los viejos y largos desagües y María, la sirvienta, aseguraba oír ratas trepar por detrás de las paredes. Pero era otoño. Los árboles del jardín estaban pelados. La noche era fría, polar bajo las estrellas de hielo. ¿De dónde, pues, venía ese hedor?
Completamente desvelado espere a que el olor remitiera, pero no lo hizo. Por momentos menguaba ligeramente, después crecía hasta hacerse insoportable. No... no era ningún desagüe; estaba seguro. Era una fetidez demasiado intensa. Recordé aquel jabalí que encontré una vez de niño en un bosque, con las tripas reventadas por un perro, perforado de gusanos. Recordé aquel terrible y pegajoso olor a muerte. Era un olor penetraba hasta la garganta. Una hediondez capaz de trastornarle a uno. Y era el mismo que me rodeaba aquella noche, sin duda.
¿De dónde venía?
Abrí los armarios. Sumergí mi nariz en los cajones, olfateé cómo un perro de caza. Pensé que quizá fuese un pequeño roedor muerto en algún lado, atrapado entre un mueble y la pared. Mi amada Cristina, que posaba sonriente en una fotografía, casi se estampa contra el suelo según movía el buró. La tomé entre mis manos y la observe con una sonrisa dibujada en los labios. Su visión logro calmarme un poco.
Terminé de registrar mi habitación y el lavabo sin resultados. Abrí entonces la puerta del pasillo y olfateé el aire que yacía manso y dormido en la largura de la galería. Era definitivamente peor; el asqueroso y fétido tufo aumentaba perceptiblemente ahí fuera. ¿Qué podría estar causándolo? ¡Toda la endemoniada casa olía como una ciénaga! Me hirvió la sangre. Regresé a mi cama y tiré del avisador. Escuché las viejas poleas girar por las entrañas de la casa y, en la planta baja, oí resonar la campanilla. CLANK-CLANK-CLANK
La casa no se inmutó ante mi llamada. Tiré de nuevo y con tanta fuerza que casi rompo la cinta. "¡María!" grité "Criolla perezosa! ¿Dónde demonios te has metido?" Pero mis palabras resonaron solitarias por el pasillo y se ahogaron sin recibir respuesta. ¿Dónde estaba María? ¿Habría cumplido su amenaza de despedirse?
Nuestra última discusión había acabado de forma terrible. Me llamó loco, dijo que estaba obsesionado. "Ninguna de mis amigas limpia tanto como yo. Usted ve suciedad donde no la hay" se atrevió a decirme. Así son las sirvientas jóvenes. Perezosas, pierden el día soñando con el novio que las saque de sus fatigosas existencias y te tachan de cacique ante la más mínima exigencia. ¡Si supiera cuantas concesiones hago! ¡Cuántas capas de polvo hago por no ver! Debía haberse marchado, sí, y me alegré por ello; hacía tiempo que pensaba echarla. Buscaría otra... ¡pero si todas son iguales! Bueno, quizá yo pudiera encargarme. Nadie mejor que uno mismo para hacer las cosas como es debido... quizá...
Me anudé el albornoz de seda y salí al pasillo. En los retratos, los rostros de mis antepasados parecían también disgustados por aquella inmunda atmósfera. Avancé asqueado, aguantándome las arcadas, hasta la cima de la escalera. Cuando llegué, la punta de la lengua me sabía a leche rancia y la garganta a huevo podrido. Tuve que cogerme de la barandilla para no caer desmayado.
No me costó percibir que aquella repugnancia ascendía desde la planta baja e inmediatamente pensé en la despensa ¿Sería todo una venganza de la criolla? Dejar pudriéndose una pata de cordero o matar las gallinas del corral era algo que encajaba con su sangre vengativa y murmuradora.
Bajé las escaleras hasta el vestíbulo. Los jarrones chinos estaban vacíos de flores y note el horrible tacto del polvo sobre las alfombras ¡Y pensar que Cristina estaba por volver esa misma semana! ¿Qué pensaría al ver aquel desastre? Mi ira fue a más. Grité otra vez el nombre de María aunque sabía que de nada iba a servir.
Me dirigí a la cocina y la encontré recogida. Abrí el refrigerador: Vacío. Ni una sola vitualla. Limpio, vacío y apagado. La maldita ladrona, pensé, se había ido con todo. Corrí al baúl de la plata, pero éste seguía intacto. ¿Qué sentido tenía todo aquello?
El hedor seguía allí, suspendido sobre mi cabeza, mareante, viscoso. Salí otra vez al vestíbulo, entré en el comedor. La mesa llevaba los manteles de la mañana. El frutero estaba vacío y había tanto polvo que uno podía dibujar su nombre sobre la madera. ¿Obsesionado yo? Pensé recordando las quejas de mi sirvienta…¡Ciega era lo que estaba ella!
Pasé a la sala de dibujo y allí, por fin, sentí que aquella pestilencia debía estar muy cerca. La sentía mezclándose con mi piel, enredándose en mi cabello. Era cómo una negra peste vestida con un largo e infecto camisón.
¿Pero de dónde venía? Al fin lo descubrí.
Me acerqué al mueble biblioteca. Allí, el tufo me hizo retroceder. ¡Era fuertísimo! Una arcada me subió por la garganta pero pude contenerla. Me recompuse. Ahora comenzaba a comprender... Saqué un pañuelo de mi albornoz y me lo coloqué en la boca. Después me acerqué al mueble biblioteca y, sobre mis puntillas, alcancé aquel viejo saliente con forma de dragón. Lo giré dos veces y noté el chasquido del mecanismo secreto. El anaquel de mi derecha se desprendió de la pared y de la abertura surgió un vapor tan fuerte y pestilente que ésta vez sí, logró hacerme vomitar.
Retrocedí al comedor y pasé unos minutos sentado, recobrando el pulso y la respiración. Después regresé a la sala de dibujo y abrí por completo la puerta del gabinete oculto, una extravagancia de mis antecesores que hoy día utilizaba como sala de estudio, archivo de algunos viejos documentos y sitio de la caja fuerte. Encendí la luz. Resplandeció la moqueta verde y brillaron las inscripciones en oro de los centenares de volúmenes que reposaban en las estanterías. En el centro, en la preciosa mesa de cedro, había alguien sentado, de espaldas sobre la butaca de cuero. Entré.
De nada servirá describir la irrespirable, asfixiante y pútrida atmósfera que me vi obligado a atravesar hasta llegar allí. El cadáver yacía derrumbado sobre la mesa. Su cabeza, ennegrecida y repleta de pústulas, conservaba algunos mechones de cabello. Una de sus sienes estaba agujereada, la otra había reventado dejando un reguero de confusas formas sobre la mesa.
Encontré mi vieja Colt a sus pies, el casquillo de la bala bajo la silla.
Tomé el cuerpo por los hombros y lo eché hacía atrás. Reprimí un grito al ver sus cuencas vacías y la exagerada sonrisa de la muerte. Su mano izquierda seguía apoyada en la mesa, era un mórbido ensayo de tendones y huesos. Con sus largos dedos sujetaba una carta manuscrita. La tomé. La sangre, ya seca, solo había dejado legible el tercio inferior de la cuartilla. Decía así:
".. si me amas como dices, debes comprenderlo. He descubierto que no puedo ser feliz a tu lado, en esa casa que más parece una jaula de oro. A veces pienso que solo amas la idea de tenerme allí, como otro objeto de tu colección, brillante, pulcro, ocupando su sitio como el resto de las cosas. Por eso te digo adiós. Nunca más volveremos a vernos. Olvídate de mí, por favor. "
La firma de Cristina era lo último que ocupaba el papel.
Me miré a mi mismo sentado en aquella silla. Podrido bajo mi traje de corte colonial, con mi foulard de cachemira aún anudado al cuello, y una flor marchita ensartada en el ojal de mi solapa.
Lo recordé todo. Como ocurría a diario desde hacía ¿cuánto? Pero esa noche me acostaría de nuevo, lo olvidaría, y el hedor volvería a despertarme.
Salí de allí, cerré el gabinete, regresé al vestíbulo. ¿Qué hacer cuando tiene uno toda la eternidad por delante?
Cogí el plumero y me puse a quitar el polvo.
Sacado del libro de relatos de Mikel Santiago
Supersticiones orientales
Desde el occidente, la imagen que se tiene de los países orientales como
China o Japón es la de países avanzados, que viven en el futuro, que miran
hacia el futuro; pero estos mismos países, también mantienen vivas muchas
tradiciones ancestrales, entre las cuales se encuentran las supersticiones.
JAPÓN
- En Japón se da una gran importancia al grupo sanguíneo que tiene cada uno. Creen que a la hora de conocer a alguien hay que tener en cuenta que los de tipo A son metódicos, los del grupo B originales, los de tipo AB sensibles y los de tipo 0 buscan relaciones largas y son equilibrados. Por supuesto que esta afirmación no posee ninguna base científica, pero es muy común que entre los jóvenes japoneses se pregunten a qué grupo sanguíneo pertenecen a la hora de comenzar una relación. No hay que olvidar que la sangre es un tema que tratan las religiones, sobre todo la shintoísta, que por ejemplo, prohíbe a las mujeres acudir a los templos durante la menstruación por considerarlas impuras.
- Cuando un coche funerario pasa cerca de ti, esconde tu pulgar dentro del puño. Ésta superstición se debe a que la palabra pulgar traducida del japonés literalmente significa dedo-padre. Si escondes tu dedo padre dentro del puño es como si estuvieses protegiéndolo, de lo contrario tus padres morirán.
- Ya que estamos hablando de muertos, existe otra superstición relacionada con la muerte. Cuando se va a un funeral es costumbre echarse sal por encima, así creen que quedan purificados. Curiosamente, en occidente lanzar sal da mala suerte.
- Los japoneses tienen muy en cuenta la numerología. Los peores números para ellos son el 4 y el 9. El 4 es un mal número por que se pronuncia “shi” que se pronuncia casi igual que la palabra muerte. Y el 9 es pronunciado “ku” que significa sufrimiento. Esto puede llegar a extremos realmente exasperantes como evitar la numeración de plantas de edificios con esos números (sobre todo en hospitales y hoteles). Un caso especial es evitar como sea la habitación 43 en las secciones de maternidad de los hospitales, pues la lectura de 43 significa literalmente nacimiento muerto.
- Si se te cae un diente de abajo, debes lanzarlo hacia el tejado de tu casa. Si por el contrario se cae de arriba deberás subir al tejado de tu casa y lanzarlo desde ahí.
- En Japón también existe la creencia de los gatos negros, pero la diferencia está en que en el occidente da mala suerte si se te cruza por delante, en cambio, en el oriente, si se te cruza por detrás.
- Pero no todos lo gatos son malos. ¿Quién no conoce a los gatos chinos? Pues yo no los conozco. ¡Yo solo conozco a los gatos japoneses! Así es, lo que creemos que son chinos, en realidad son unas esculturas japonesas muy populares conocidas como Maneki-neko. Puede ser vista frecuentemente en tiendas, restaurantes y otros negocios. Si el gato saluda con la pata derecha atrae la prosperidad y dinero. Si saluda con la pata izquierda atrae visitas. Si saluda con ambas patas, protege el hogar o establecimiento.
CHINA
- Igual que en Japón, los Chinos dan mucha importancia a la numerología. El 4, igual que en Japón, trae la mala suerte, por la misma razón; el 9, en cambio, se considera un número afortunado, ya que es el mayor número de un solo dígito y se considera que atrae la prosperidad y la longevidad.
- Relacionado con lo anterior, en muchos edificios, por no decir en casi todos, faltan los números 4 y 14. El número cuatro por que se pronuncia como muerte, y el catorce se dice en chino “diezcuatro”, pero también se puede decir “unocuatro”: y todo eso no viene solo porque el número 4 forme parte del número, por que el piso 24 sí que existe, sino por que uno se pronuncia igual que “voy” en chino, por tanto 14 suena como “voy a morir”.
- Las mujeres embarazadas suelen estar muy atentas a lo que comen debido a la vieja idea de que el tipo de comida determina el color de piel del bebé. Por ejemplo si la madre toma gran cantidad de salsa de soja, el bebé tendrá la piel oscura. Por el contrario, si come muchas judías blancas, el niño tendrá una piel clara.
- Cuando vas a un hotel y quieres entrar a una habitación, independientemente del número de habitación que tenga, tienes que llamar 3 veces con los nudillos y luego abrir la puerta. Así avisas a los espíritus de que vas a entrar y les da tiempo a limpiar el alboroto que hayan causado: sisi, me refiero a todas esas latas de cervezas tiradas por ahí, de lo contrario te atacarán antes de que veas lo que han hecho ahí dentro...
- Si mientras estás en la cama escuchas sonidos de campanas o de cadenas, no se debe abrir los ojos y hay que seguir durmiendo. Podría tratarse de los guardias del infierno escoltando de vuelta a algún demonio que había entrado en la habitación.
- Tener un estanque con peces o una cascada en el jardín aumenta los ingresos monetarios.
- No se deben clavar los palillos verticalmente en el cuenco de arroz, ya que representan los inciensos que se ponen en las tumbas de los cementerios. Está muy mal visto en todos los países asiáticos y se considera una falta de respeto además de atraer la muerte.
Éstas son solo algunas de las supersticiones, ya
que los países orientales tienen muchísimas más.
El Orfanato
Desde que Clara llegó al viejo orfanato, sus cuidadoras sabían que no sería una niña normal, sus profundos ojos oscuros y la mirada penetrante no era normal en un bebé.
Clara fue creciendo, demostrando ser tímida, muy reservada, nunca jugaba o cantaba, cuando los demás niños se burlaban de ella se podía ver el odio prominente en sus ojos. Siempre traía con ella una vieja muñeca de trapo. Lo que más preocupaba a las cuidadoras es que su pasatiempo favorito era encerrarse en el granero, colectar animales pequeños y escarabajos para matarlos. No lo hacía de inmediato, les arrancaba las extremidades, con sus pequeñas uñas les sacaba los ojos, los retorcía entre sus diminutas manos. Pero no lo hacía con la curiosidad de un niño, siempre se le veía seria, inmutable.
Lo peor ocurrió cuando tenía ocho años, unos niños entraron al granero para molestarla, le jalaban el cabello, la atosigaban con insultos, se burlaban de su raro comportamiento. Un chico tomó una piedra y se la aventó, Clara lo miró muy fijo, el chico empezó a tener un ataque de pánico. Ella tomó un trinche y con fuerza descomunal se lo clavo, casi atraviesa por completo el cuerpo del chico. Todos salieron corriendo, cuando las cuidadoras llegaron, Clara estaba sentada sobre un montón de paja, con sus brazos rodeando sus piernas. Se balanceaba adelante y hacia atrás sin quitar la vista del chico muerto. No podían condenarla por ser una niña pequeña pero las cuidadoras pidieron cambio de orfanato o que la internaran en un psiquiátrico ya que ella no era una niña normal.
Antes de su traslado al hospital, los niños decidieron tomar venganza por la muerte de su amigo. Esperaron a que oscureciera, entraron al cuarto de Clara y entre todos la arrastraron al granero. La amarraron, la pusieron en medio, dibujaron un círculo alrededor de ella, un chico tomó un bote de combustible y se lo roció encima. Otro sacó un fósforo de una caja que se había robado de la cocina y entre la insistencia de los demás, le prendió fuego a Clara. Ella se retorcía, gritaba, gemía, el dolor se reflejaba en su cara, y aunque su voz se distorsionaba se podía entender que decía que todos estaban condenados. Las cuidadoras no llegaron a tiempo para salvar a Clara, la encontraron completamente calcinada.
A los pocos días comenzaron los sucesos, cada mañana, uno a uno, fueron apareciendo los chicos muertos en el granero, todos de forma brutal. Les sacaban los ojos de las cuencas, arrancaban sus lenguas, les fracturaban los brazos y piernas, les abrían el abdomen y con los intestinos formaban un círculo alrededor de cuerpo. Todo en un mar de sangre, el rostro siempre reflejaba una expresión de terror y sufrimiento impactante. Aunque las cuidadoras hacían rondas nocturnas, los chicos seguían apareciendo muertos hasta que el estado decidió cambiar el orfanato de residencia.
Prepararon la mudanza y contrataron un camión para partir al día siguiente. Esa noche, misteriosamente comenzó un incendio en el granero que se extendió hasta la casa del orfanato quemándola por completo. Cuando por fin llegaron los bomberos no se explicaban por que nadie había salido del orfanato, las cerraduras no tenían llave. Pero en los marcos y puertas se alcazaba a ver marcas de rasguños desesperados, no hubo ningún sobreviviente, todos murieron quemados a orillas de las puertas. En el centro del destruido granero, encontraron una vieja muñeca de trapo intacta.
Lo que quedaba del orfanato no fue demolido pero si abandonado. La gente que pasa por ahí, afirma que en las noches aparece la figura espectral de una niña con su muñeca afuera del granero que se desvanece al cruzar la puerta.
Fuente - Cuentos de Terror Cortos
Fuente - Cuentos de Terror Cortos
El origen de los zombies
“¿Es un virus? No lo sabemos. Esa gente, ¿está viva o muerta? No lo sabemos. Les he dicho todo lo que les puedo decir” -el Amanecer de los Muertos.
Los muertos vivientes, también conocidos como zombies, están muy de moda en la actualidad gracias a comics o películas. Sin embargo, el concepto de muertos vivientes no nace de la imaginación de los directores de cine, sino de los misterios del vudú. El mito zombie nace en África y más tarde, por la venta de esclavos y la transportación de éstos, aparece en América del Sud, sobretodo a Haití, un país en el que el vudú y la magia negra conviven entre la población. Quizá es por eso que Haití es el único país que recoge en su código penal el castigo contra la zombificación.
Las primeras informaciones documentadas se remontan a principios del siglo XIX. William Seabrook, publicó en el año 1929 un libro llamado "La isla mágica", donde afirmaba haber visto personas muertas trabajando en los campos de caña de azúcar. Posteriormente, otros escritores como Lafcadio Hearn o la periodista Inez Wallace, tratarían el tema más a fondo y sus reportajen darían origen a las primeras películas del género zombie, como por ejemplo "Yo anduve con un zombie", de Jacques Tourneur, rodada en 1934 y que daría a conocer algunos casos de zombies auténticos.
Casos de zombies auténticos
Clairvius Narcisse
Clairvius Narcisse murió en 1962. Tras una sintomatología creciente, Narcisse ingresó en el hospital un martes. Tenía nauseas, mareos, tos y respiraba con dificultad. Al día siguiente entró en agonía y poco después murió.
El cadáver de Narcisse fue enterrado y, con el tiempo, olvidado. Sin embargo, en 1980, – 18 años después de morir- Clarvius Narcisse apareció en su antigua casa. Excepcionalmente, para los casos de zombies, Narcisse conservaba una cierta capacidad de expresarse, y pudo explicar cómo había estado consciente durante todo el tiempo que duró su muerte y entierro.
Contó que había escuchado a los médicos certificar su defunción. Había sentido la sábana cayendo sobre su cara al considerarlo cadáver, había oído a su hermana llorar sobre su ataúd, y después... el terrible silencio y la oscuridad del cementerio. Después, escuchó la voz del bokor (el brujo vudú) pronunciando su nombre. Fue desenterrado, salvajemente golpeado y conducido a una plantación en Ravine-Trompette, en el otro extremo del país. Tras la muerte de su amo, todos los zombies habían escapado vagando sin rumbo por la isla.
Felicia Felix Mentor
Otro caso ocurrió en octubre de 1936, apareció una mujer desnuda caminando por el borde de la carretera en el valle de Artibonite. Decía llamarse Felicia Felix Mentor, natural de Ennery, y se dirigía a la casa de su hermano. Estaba en un estado tan miserable que fue conducida al hospital de Gonaives, en donde uno de sus hermanos la reconoció.
De acuerdo con sus declaraciones había “muerto” dos años atrás y había sido enterrada. El certificado de defunción y las declaraciones de su marido, y otros miembros de su familia, confirmaron el relato. Felicia había perdido por completo la facultad de hablar y se escondía cuando alguien se le acercaba. No era capaz de pensar coherentemente.
La Biblia
“Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro […] Le dijo Jesús: ‘Tu hermano resucitará’ […] ‘Quitad la piedra’. Le responde Marta, la hermana del muerto: ‘Señor, ya huele; es el cuarto día’ […] Gritó con fuerte voz: ‘¡Lázaro, sal fuera!’. Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dijo: ‘Desatadlo y dejadle andar’”. Así aparece en la Santa Biblia, en el evangelio según San Juan, quizá la primera referencia conocida sobre la resurrección de la carne. Lázaro estaba muerto y se levantó, aunque su figura no responde al canon actual de “muerto viviente”.
«Cerca de ella, los negros dedos de un silencioso huésped agarraban rígidamente el pie de una copa de vino que, ladeándose, estaba derramando su contenido. El horror que la embargaba se desbordó. Cogió una vela, la acercó a la cabeza, que estaba inclinada y caída, y pudo comprobar que el hombre estaba muerto. Estaba sentada a la mesa del banquete en compañía de cuatro cadáveres...»
La Luz del Pardal
A
finales del siglo XIX un agricultor de Albacete encontró un enigmático tesoro.
Se encontraba delante de un misterioso animal que probablemente llevaba casi
miles bajo Tierra. Nadie sabe que significaba ni que hacía allí, lo evidente es
que tenía cara de hombre, cuerpo de toro y cola de león; tal figura fue
bautizada como Bicha de Balazote. Lo que nadie sospechaba es que a partir de
ese preciso instante, los vecinos iban a empezar a ver a un misterioso intruso
merodeando por la zona. No era otro agricultor, ni tampoco un guardia civil,
era una especie de candil apagado de luminaria difusa que siempre hacia el
mismo recorrido. Con el paso del tiempo generaciones de mujeres y hombres
distintos de esta comarca le dieron un nombre, La luz del Pardal.
Siempre
el mismo lugar, la finca “la Quejola”. Siempre realizando el mismo recorrido,
una y otra vez. Apariciones desconcertantes de las que se tiene constancia
desde los principios del s. XX. Tiempos difíciles en los que se llegaron a
realizar apuestas de cazadores para capturar al extraño merodeador.
La
Luz del Pardal es una presencia que ha sido observada por docenas de personas en
los últimos años. Desde hace varios años Isabel Flores y Joaquín Sánchez han
estado a cargo de la seguridad de “La Quejola”. Una madrugada, volviendo a sus
hogares vieron lo que creyeron que era una moto, pues la luz estaba
aproximadamente a un metro del suelo. Pero a medida que se iban acercando, la
luz se detenía, y como si actuase inteligentemente, se movía hacia los
almendros, lugar del encuentro de la figura, y desaparecía.
Serafín Rodríguez Guillén, vetusto aldeano de Casas de
Lázaro, afirma haberse topado con tan curiosa luminaria. “Yo no me lo creía
hasta que la vi.”, sentencia.
¿Vimos nosotros… la luz del
Pardal?
Y ha llegado el momento de
contar la experiencia de José Martínez… que la hubo. No es para nada frecuente
que cuando el interesado en estos temas acude al lugar in situ, sea participe
de los supuestos fenómenos extraños que allí se producen. Pero esta vez hubo
suerte… o al menos eso creen.
Una de las dos personas
que fuimos, y cuyo nombre omitiremos, pudo observar algo extraño. Estábamos en
uno de los puntos “calientes”, donde más suele aparecer la luz según nos
cuentan. Más concretamente en la entrada a Casas de Lázaro. Jugueteábamos, ya en noche
cerrada, con una potente linterna, apuntando hacia las copas de algunos árboles
cuando, de repente, uno de los que allí nos encontrábamos puso el grito en el
cielo… pues aseguró que una especie de “fogonazo” respondió, a lo lejos, a la
ráfaga de luz que, previamente, procedía de nuestra propia linterna. Eso fue todo. ¿Sería aquello la luz del Pardal? ¿O
fruto de la sugestión tras horas entrevistando a testigos de lo insólito? Quien
esto escribe no lo sabe, pues en ese momento tenía la vista puesta en otro
lugar. Cosas que pasan. Pero la persona que me acompañaba sigue asegurando, aún
hoy, que una fugaz ráfaga de luz nos “saludó” desde la copa de aquel árbol. En
fin, espero estar más atento a la próxima…
¿Qué se esconde tras esta
extraña luz? ¿Cómo es posible que incluso la Guardia Civil llegase a abrir
fuego, en alguna ocasión, contra aquello? ¿Puede tratarse de simples pareidolías?
¿O hay algo más? Son preguntas que, a día de hoy y muy a pesar nuestro, siguen
sin tener una respuesta.
Bibliopegia Antropodérmica - Libros de piel humana
En el año 730, en un lugar recóndito llamado Damasco, fue escrito un libro conocido con el nombre de Kitah Al-Azif (en árabe: "el rumor de los insectos por la noche", un rumor que en el folclore arábigo se atribuye a demonios como los djins y gules), que posteriormente sería traducido al griego por Theodorus Philetas con el nombre de Necronomicón (El Libro de los Muertos), el libro maldito por excelencia. Sin embargo los horrendos sucesos que se producían en torno al libro hicieron que la Iglesia Católica lo condenara en el año 1050. No hay libro más mitificado, raro, perseguido y ficticio que ese. Así es, ficticio; escrito por Howard Phillips Lovecraft.
H.P. Lovecraft escribe un relato en el cual habla de un libro mítico maldito escrito en la Edad Media intentando representar un grimorio, un libro mágico, un libro que era capaz de atraer a los muertos al mundo de los vivos. Se dice que fue encuadernado en piel humana y escrito con sangre humana.
Pero si os parece, vamos a alejarnos de la leyenda y adentrarnos en lo que parece pura realidad. El reciclaje humano, por llamarlo de alguna manera, existió de verdad en la historia y el primer ejemplar sobre el que tienen constancia es “Procedimientos contra Garnet el Jesuita”. Este libro fue escrito en el siglo XVII en Inglaterra y encuadernado con la piel de Pedro Henry Garnet. El libro recoge la famosa conspiración de la pólvora, una conjura que hubo para hacer volar por los aires el parlamento de Londres a cargo de Guy Fawkes y sus “compinches”. Uno de los principales artífices de la conspiración, era el Padre Henry Garnet. Este señor junto con todos los que habían tomado parte en el motín de la pólvora fueron ajusticiados. El Padre Garnet, fue decapitado y su cabeza cayó en la cesta; según la tradición su cara se había marcado en ella. Su cabeza, como signo de mayor infamia quedó expuesto en una pica y según cuenta la leyenda, ésta no se había corrompido a lo largo de los días e incluso parecía mirar sonriendo. La piel de su cuerpo fue empleada para encuadernar precisamente este libro donde se recogía una relación de los hechos por los que había sido ejecutado y del juicio que se había llevado a cabo. Lo curioso del libro es que en la portada del libro había aparecido una forma, la de su cara.
A principios del siglo XIX, en el reino unido era una costumbre habitual usar la piel de los criminales ejecutados para encuadernar libros. Uno de estos libros es “La historia del crimen cometido por William Corder”, escrito por el periodista de Times, James Curtis en el año 1828. La historia cuenta como William Corder se preparaba para fugarse con el amor de su vida, y todo sería perfecto si no fuese por que la mató ese mismo día. La madrastra de la señorita soñó que el fantasma de su hijastra señalaba el suelo del granero rojo del pueblo, que casualmente es donde se encontraban siempre ella y William Corder. Como la muchacha no aparecía y nadie sabía nada de ella el padre fue al granero a comprobarlo, y para su sorpresa lo que desenterró fue un saco con el cadáver dentro. Condenaron a William Corder, que fue ahorcado, diseccionado y con su propia piel hicieron un libro donde explicaban sus fechorías. Si queréis leer la historia completa aquí está.
El siguiente libro fue escrito el 1882 en Francia y no tiene nada que ver con los casos anteriores. Camille Flammarion acude a una fiesta y conoce a una doncella de aspecto frágil y blanquecino, tenía tuberculosis, pero al parecer Camille Flammarion se queda enamorado de cierta parte del cuerpo de esta mujer, que eran los hombros y los omoplatos, incluso se lo dijo. Y cuenta la historia que un día del 1882 el señor Camille recibe un paquete, y al abrirlo se encuentra con un trozo de piel humana. Primero pensó que había sido una broma macabra de algún estudiante, pero ese paquete iba acompañado de una nota del Dr.Rabot, que era un cirujano conocido por todo París en aquel momento. En aquella nota le contaba que él había sido el médico particular de la condesa en su lecho de muerte, la cual en aquel momento se acordó de cómo el hombre había elogiado la piel de sus hombros. Entonces había encargado a Dr.Rabot que una vez muerta le quitara la piel de sus hombros y se la enviase a Flammarion, para que encuadernara el ejemplar de su siguiente libro. Camille llevó la piel a un curtidor y con esa piel encuadernó una de las ediciones de “Les Terres du Ciel”, un libro sobre Astronomía Popular. En la portada de éste yace una frase que dice: “En piadoso cumplimiento de un deseo anónimo”. Encuadernado con piel de mujer, París de 1882.
Durante el siglo XIX se desarrolló un gusto muy particular por lo único, lo extraño y lo inusual. Según varias fuentes, algunos fetichistas poseían libros eróticos encuadernados con piel tomada del pecho de mujeres. Pero, ¿de dónde sacaban esa piel? En 1866 varios médicos internos del hospital de Clamart (París) fueron despedidos tras descubrirse que habían vendido la piel de los pechos de mujeres fallecidas a un encuadernador de Faubourg Saint-Germain. Claro que también existían otras vías para encontrar esa piel, pero la principal era gente que tenía fácil acceso a este tipo de material. Existen más de 40.000 ejemplares.
He mencionado libros de países europeos y americanos, pero, en nuestro país también existen ejemplares de bibliopegia antropodérmica. En la década de 1990 David Ferris, un trabajador de la biblioteca de la facultad de Derecho de Universidad de Harvard (EE.UU.), encontró una curiosa nota escrita en la última página de un tratado de leyes españolas de 1605 llamado Practicarum quastionum circa leges regias Hispaniae. En ella se decía: “Las tapas de este libro son todo lo que queda de mi amigo Jonas Wright, quien fue desollado vivo por los “wavuma” el día 4 de agosto de 1632. El libro pertenecía a Jonas y me fue entregado junto con su piel por el rey Btesa para que lo encuadernara. Descanse en paz”. Los wavuma eran una tribu africana localizada en Uganda. Ferris intentó hacer una prueba de ADN, pero no fue posible, porque el proceso de curtido había destruido todo el material genético.
El último libro sobre el que tenemos constancia es Six Pamphlets de Bernhard Siegfried Albinus, Frederik Ruysch y Jan Ladmiral, que fue escrito en el siglo XVIII en Alemania y Holanda. Su encuadernación procede de la piel de un etíope. Recoge 6 artículos médicos diferentes y uno de ellos es de Siegfried Albinus: “Las causas del color de la piel de los etíopes”, y parece ser que como tenía acceso a ese tipo de piel, decidió utilizar un poco, así que curtió y envolvió el libro en ella.
Otros libros encuadernados en piel humana son:
-El largo viaje
-The poetical Works of John Milton (La obra poética de John Milton)
-Narrative of the Life of James Allen (Narración de la vida de James Allen)
-Samuel Johnson’s Dictionary (El diccionario de Samuel Johnson)
-Virgil’s georgics (Las Geórgicas de Virgilio)