A
finales del siglo XIX un agricultor de Albacete encontró un enigmático tesoro.
Se encontraba delante de un misterioso animal que probablemente llevaba casi
miles bajo Tierra. Nadie sabe que significaba ni que hacía allí, lo evidente es
que tenía cara de hombre, cuerpo de toro y cola de león; tal figura fue
bautizada como Bicha de Balazote. Lo que nadie sospechaba es que a partir de
ese preciso instante, los vecinos iban a empezar a ver a un misterioso intruso
merodeando por la zona. No era otro agricultor, ni tampoco un guardia civil,
era una especie de candil apagado de luminaria difusa que siempre hacia el
mismo recorrido. Con el paso del tiempo generaciones de mujeres y hombres
distintos de esta comarca le dieron un nombre, La luz del Pardal.
Siempre
el mismo lugar, la finca “la Quejola”. Siempre realizando el mismo recorrido,
una y otra vez. Apariciones desconcertantes de las que se tiene constancia
desde los principios del s. XX. Tiempos difíciles en los que se llegaron a
realizar apuestas de cazadores para capturar al extraño merodeador.
La
Luz del Pardal es una presencia que ha sido observada por docenas de personas en
los últimos años. Desde hace varios años Isabel Flores y Joaquín Sánchez han
estado a cargo de la seguridad de “La Quejola”. Una madrugada, volviendo a sus
hogares vieron lo que creyeron que era una moto, pues la luz estaba
aproximadamente a un metro del suelo. Pero a medida que se iban acercando, la
luz se detenía, y como si actuase inteligentemente, se movía hacia los
almendros, lugar del encuentro de la figura, y desaparecía.
Serafín Rodríguez Guillén, vetusto aldeano de Casas de
Lázaro, afirma haberse topado con tan curiosa luminaria. “Yo no me lo creía
hasta que la vi.”, sentencia.
¿Vimos nosotros… la luz del
Pardal?
Y ha llegado el momento de
contar la experiencia de José Martínez… que la hubo. No es para nada frecuente
que cuando el interesado en estos temas acude al lugar in situ, sea participe
de los supuestos fenómenos extraños que allí se producen. Pero esta vez hubo
suerte… o al menos eso creen.
Una de las dos personas
que fuimos, y cuyo nombre omitiremos, pudo observar algo extraño. Estábamos en
uno de los puntos “calientes”, donde más suele aparecer la luz según nos
cuentan. Más concretamente en la entrada a Casas de Lázaro. Jugueteábamos, ya en noche
cerrada, con una potente linterna, apuntando hacia las copas de algunos árboles
cuando, de repente, uno de los que allí nos encontrábamos puso el grito en el
cielo… pues aseguró que una especie de “fogonazo” respondió, a lo lejos, a la
ráfaga de luz que, previamente, procedía de nuestra propia linterna. Eso fue todo. ¿Sería aquello la luz del Pardal? ¿O
fruto de la sugestión tras horas entrevistando a testigos de lo insólito? Quien
esto escribe no lo sabe, pues en ese momento tenía la vista puesta en otro
lugar. Cosas que pasan. Pero la persona que me acompañaba sigue asegurando, aún
hoy, que una fugaz ráfaga de luz nos “saludó” desde la copa de aquel árbol. En
fin, espero estar más atento a la próxima…
¿Qué se esconde tras esta
extraña luz? ¿Cómo es posible que incluso la Guardia Civil llegase a abrir
fuego, en alguna ocasión, contra aquello? ¿Puede tratarse de simples pareidolías?
¿O hay algo más? Son preguntas que, a día de hoy y muy a pesar nuestro, siguen
sin tener una respuesta.
Una historia realmente extraña. Lástima que no se sepa el final, porque me hubiera gustado saber qué era aquella luz. Aunque eso es lo que da a estas historias su verdadero carácter, el misterio.
ResponderEliminarBesos.